Cien días con rostro cool en El Salvador: capitalismo autocrático, ecocidio y espectáculo

Transcurrieron cien días de gobierno de Nayib Bukele en El Salvador. Llegó al poder con muchas promesas de cambio en un país donde múltiples crisis se relacionan explosivamente en una región afectada por la violencia extrema, las expulsiones, los impactos medioambientales, la desigualdad, la corrupción y un largo etcétera. Las elecciones presidenciales del 3 de febrero de 2019 pusieron
fin a tres décadas de gobiernos conducidos por actores del conflicto armado: Alianza Republicana Nacionalista (Arena), el partido fundado por la vieja oligarquía y su aparato paramilitar; y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la ex guerrilla que dejó las armas y se convirtió en partido político tras los Acuerdos de Paz de 1992. Bukele, un joven empresario de origen palestino, se presentó como una alternativa a “los mismos de siempre”, pero no era un o utsider en política: Fue alcalde del municipio de Nuevo Cuscatlán (2012-2015) y de la capital San Salvador (2015-2018) con la bandera del FMLN. Su vehículo partidario para inscribir su candidatura presidencial fue la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), que surgió después de que Antonio Saca, último presidente por Arena y quien guarda prisión por corrupción, fuera expulsado de ese instituto político y promoviera la escisión de doce diputados disidentes para la formación de la nueva organización. GANA participó en el gabinete de los dos gobiernos del FMLN y sumó sus votos para respaldar iniciativas presidenciales. Independientemente de no tener mayoría en la Asamblea y con los mismos poderes constitucionales formales que sus predecesores, Bukele y las fuerzas sociales a las que representa han avanzado posiciones en la disputa hegemónica gracias a una conjunción de factores políticos, económicos, culturales y tecnológicos. ¿Cómo se produjo este proceso político en El Salvador? ¿Qué escenarios se yerguen en el horizonte inmediato?

Lo viejo de lo nuevo. 

Evaluar los primeros cien días de un presidente se ha convertido en un lugar común en la política. Encuestas, programas televisivos, columnas de opinión y foros se dan a la tarea. A diario hay decenas de tuits del gobierno a través de sus distintos funcionarios, cientos de réplicas, y decenas de notas periodísticas sobre un interminable conjunto de asuntos. Este análisis de los cien días intenta alejarse un poco de ese mar informativo y desinformativo a riesgo de dejar fuera cosas importantes, con el fin de hacer una lectura global a partir de dos espacios contenciosos y de relevancia sustantiva para el país: la esfera política y de seguridad (el aparato represivo de la sociedad), y la esfera material (el ámbito socioeconómico y socioambiental). Para alcanzar una comprensión crítica de la realidad no se pueden concebir como espacios separados e inconexos, sino como una totalidad de relaciones sociales conflictivas y desiguales que se vinculan de manera dialéctica entre sí. No pretendo sacar grandes conclusiones sino plantear algunas preguntas y dejar sobre el papel elementos para la discusión. 

La esfera política y la seguridad nacional 

Los cien días color cian parecen una continuidad de la millonaria campaña electoral de 2019 y un avance de la propaganda para ganar las elecciones legislativas y municipales de 2021. Estamos ante una puesta en escena, un espectáculo que arroja una densa cortina de humo que encubre los principales problemas nacionales o los trivializa. Un show que no tuvo escrúpulos en su momento para utilizar la imagen de una mujer joven cuya hija y esposo fallecieron ahogados en la búsqueda del sueño americano o para violar la privacidad de pacientes con el propósito de decir que todo marcha de maravilla en los hospitales. Un lavaje de dos problemas de honda gravedad: la hemorrágica expulsión de miles de personas como resultado de las múltiples crisis que atraviesa El Salvador y el eternamente precario sistema público de salud. 

Nayib Bukele fue alcanzando posiciones en la palestra pública cuando las nubes negras de varias crisis se alzaban en el cielo como una tormenta perfecta. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) le abrió las puertas a su propio caballo de Troya y parecía endulzado por las posibilidades electorales de un joven empresario que podía enfrentarse de tú a tú con la derecha. Para el partido que presumía de socialista y revolucionario (banderas que tuvieron una pálida o nula traducción en el gobierno), Bukele era muy atractivo electoralmente. ¿No había en la órbita del partido militantes o simpatizantes con preparación, inteligencia y compromiso que hubieran podido ser parte de un cambio generacional en la conducción? El hecho es que el FMLN se convirtió en el padre adoptivo  de Nayib Bukele en una tensa relación que terminó en parricidio. 

Tras su paso como alcalde de Nuevo Cuscatlán el partido lo llevó como candidato para presidir el gobierno municipal de San Salvador:

“Hemos llegado a la conclusión que el candidato que representará al FMLN, a los capitalinos es Nayib Bukele. Es una persona adulta, emprendedora, que está haciendo bien las cosas y es una persona con mucho futuro”,  dijo Medardo González cuando respaldó su candidatura para la Alcaldía de San Salvador y el avance de Bukele parecía ya incontenible (2)

A lo mejor pensaron que lo mantendrían a raya como lo habían hecho con tantos otros. Pero el ex alcalde de un municipio pequeño tendría un cargo más ventajoso, ese que convirtió en presidenciable a José Napoleón Duarte o Armando Calderón Sol. Pero sobre todo, usaría la plataforma que acompañó el ascenso de Trump y Bolsonaro: mientras sus correligionarios recién se acomodaban a la televisión (que inicialmente les dio problemas), la política en varios países pasaba del “homo videns al homo Twitter” (3). Y desde esa red social no tuvo problemas para hacer críticas que otros miembros del partido se abstuvieron de hacer públicamente mientras el país se desmoronaba, más allá de que una vez en la presidencia le ha dado continuidad a los vicios de la vieja clase política: uso de la partida secreta, conformidad con los impuestos regresivos, opacidad y un largo etcétera. ¿Por qué se reservaron las críticas? ¿Por una mal entendida disciplina partidaria? ¿Porque sus puestos de trabajo dependían del partido o por gozar de privilegios a expensas del partido y del erario? ¿Por ideología conservadora, intereses personales o lealtad a algún dirigente que repartía beneficios desde los puestos públicos? Puede haber sido por múltiples razones que quedarán para la historia. Que el país no tenía presidente era algo que se respiraba en el ambiente, que se decía a voces y que Bukele puso en escena. Que el partido había traicionado los ideales y dado la espalda a las víctimas de la guerra y a los perdedores y perdedoras del neoliberalismo, estaba a la vista. Que había pactado con la derecha no quedaban dudas. 

La postura recalcitrante, dogmática y avejentada de la alta dirigencia le dejó a Bukele elementos en bandeja de plata para impulsar su ascenso meteórico. El actual presidente debe mucho de su triunfo en buena medida a la dirigencia del Frente que se había aferrado a sus privilegios políticos y económicos sin importar el daño que le estaban causando a su organización. Al FMLN se le desprendió buena parte de su base y electorado, empujados por el rechazo a un partido incoherente, y los cantos de sirena del movimiento Nuevas Ideas, fundado por Bukele y sus amigos, despertaron las ilusiones en medio del desencanto con la corrupta clase política tradicional y sus instituciones. 

En contraste con dirigentes y funcionarios que ya no tenían la capacidad para leer estratégicamente la realidad social (algunos de los cuales incluso sucumbieron a las mieles del nepotismo, el patrimonialismo o la corrupción lisa y llana); el empresario Bukele y su aparato publicitario supieron interpretar favorablemente para sí mismos el desplome partidario y entender las cambiantes identidades políticas de un mundo en transformación. Lo suficiente al menos para poder navegar sobre el naufragio de los viejos dirigentes, no solo de un partido rojo sin rumbo, sin proyecto, sino también derrotando a la millonaria maquinaria de la oligarquía tradicional representada en Alianza Republicana Nacionalista (Arena), una organización de origen paramilitar que tuvo un rol histórico criminal y corrupto durante sus veinte años de gobierno.

Las falsas promesas de la democracia capitalista (que da votos pero no de comer) y la onda expansiva de la crisis de 2008, crearon un caldo de cultivo para el desencanto que allanó el camino a políticos como Trump y a Bukele. Su campaña se expresó en una especie de twittercracia repleta de hordas de agresivas cuentas digitales reales o ficticias y manipulación digital (salvadas las particularidades y la escala). Muchas mentiras, noticias falsas y un discurso de odio caracterizan hasta la fecha a los propagandistas más fanáticos de ambas figuras en el ejercicio del poder público. 

A diferencia de Estados Unidos o México con su tradición de debates televisados, en El Salvador los políticos rehuyen estos ejercicios, que dicho sea de paso no son obligatorios. La imposición acostumbra a prevalecer sobre la deliberación. La decisión de participar en un debate queda subordinada a los criterios establecidos por el marketing y la publicidad. Quienes van arriba en las encuestas con una cómoda ventaja no asisten. Desde que era candidato, Nayib Bukele eludió debatir. Evitó presentarse ante auditorios críticos y cuando los tuvo enfrente, como en un conversatorio en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, no fue claro en las respuestas que dio al panel académico, que le formuló preguntas en áreas como el Estado de derecho, el medio ambiente, la economía o la institucionalidad política del país (4). Así que prefirió escenarios controlados, cómodos y pactados. No aceptó ni una tan sola entrevista con periodistas críticos, comunicándose directamente con sus seguidores a través de las redes sociales, escenario político donde no tenía rival.

Tanto Trump como Bukele llegaron al poder como políticos antiestablishment pero son hijos sanos del capitalismo y ganadores del status quo político, que favorece a los más ricos. A diferencia de las elecciones estadounidenses, donde se muestran con mucho detalle los montos aportados por las grandes corporaciones, en El Salvador la legislación es débil y ha sido poco aplicada para conocer las fuentes de financiamiento ante una enorme resistencia de los políticos beneficiados, más allá de que diversos informes muestran las importantes sumas inyectadas por grandes empresas y conocidos multimillonarios. Bukele mantiene la opaca tradición de ocultar información relativa a sus donantes. El financiamiento capitalista de la política es una de las causas de su falta de autonomía con respecto al poder económico, que le impregna su lógica a la acción del Estado en su conjunto. 

Otra similitud entre las formas políticas de Trump y Bukele es que han identificado las fronteras del antagonismo político y han obtenido réditos de la estrategia discursiva del “nosotros y ellos”. Migrantes, pandilleros, corruptos o “los mismos siempre” han sido el otro de estrategias comunicativas basadas en la definición de lo político como la relación amigo-enemigo, al estilo de la teoría política de Carl Schmitt (5). El autoritario “si no están con nosotros están con los terroristas”, que George W. Bush usó para sortear la oposición a sus guerras, lo ha usado la coalición gobernante salvadoreña para atacar a sus críticos y desplegar en las redes sociales las abrumadora euforia de sus seguidores, que acusan a toda aquella persona que discrepe con el Plan de Control Territorial como un colaborador de las pandillas. La demagogia punitiva, que da réditos electorales pero es contraproducente para la sociedad, busca legitimar prácticas que ya venían desde antes del 1° de junio: militarización, ejecuciones extrajudiciales y un desbordado uso de la capacidad letal del Estado, violaciones a los derechos humanos, detenciones arbitrarias y abuso policial. 

Usando el lenguaje de los estudios de seguridad se puede decir que se ha puesto en marcha un proceso de securitización: un discurso que identifica ciertas amenazas (a un objeto de referencia dado) frente a las que hay que ir más allá de la frontera de lo político y encaminarse hacia medidas extraordinarias (6). En El Salvador lo extraordinario, como el uso de militares en tareas de seguridad, se volvió la regla y más allá, con tendencia a un régimen de excepción que hace caso omiso del Estado constitucional de derecho. Los otros poderes del Estado, que si bien es cierto padecen una corrupción estructural, cumplen la función liberal de pesos y contrapesos, pero parece que hoy por hoy no están jugando ese papel. Tampoco hay una oposición vigorosa. ¿Acaso no debería ser barrido un orden político que fue tan injusto? Por supuesto, una revolución social buscaría abolir o replantear esas instituciones, pero también las puede suprimir un tirano para gobernar de forma autocrática. No se pueden evaluar las instituciones al margen de sus resultados sociales e impactos y no todo cambio político es per se beneficioso. Depende a dónde conduzca.

Una de las promesas ofrecidas para los primeros cien días era la creación de una comisión internacional para perseguir la corrupción inspirada en la extinta Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Pero su equivalente salvadoreño, CICIES, despierta muchas suspicacias por el tono autoritario del gobierno de Bukele, que podría usar una comisión semejante para emular lo que ya ocurre con la justicia en el país: se utiliza contra los enemigos políticos con casos seleccionados a conveniencia mientras quedan fuera los propios casos de corrupción. Como tantos otros tuitazos, plagados de anuncios y carentes de acciones concretas, se presentó como establecimiento de la CICIES una “carta de intención” firmada por la canciller y un “consejero estratégico” de la Organización de los Estados Americanos (OEA), sin que quede claro en qué consistirá exactamente la iniciativa. 

Una contradicción del proyecto político dirigido por el presidente Bukele la constituyen los resabios del pasado que inundan toda su administración. Destaca la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), la ex Arena que le dio el conducto partidario para inscribirse en la contienda presidencial. El partido creado por Saca se nutre electoralmente de la mano dura y la demagogia punitiva; y es una organización, que como el partido del que se desprendió, se caracteriza por señalamientos de corrupción. Gente ligada a Saca terminó en las filas de Nayib. En cierto sentido GANA y Nuevas Ideas son los hijos políticos de Arena y el FMLN. La nueva clase política tiene rostros nuevos y viejos. 


El campo socioeconómico

La esfera socioeconómica ha sido un campo de batalla entre capital y trabajo. Va ganando el capital. Es la piedra angular de la república y las instituciones políticas se subordinan de manera visible a su lógica. Tomó forma neoliberal con Alianza Republicana Nacionalista (Arena) a través de varias reformas estructurales, modelo que el Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional terminó administrando una vez en el gobierno a pesar de que su bandera en la oposición durante veinte años había sido estar en contra del neoliberalismo. Intentó atenuar sus enormes impactos con una serie de programas sociales bien valorados por la población que le alcanzaron electoralmente para un segundo período presidencial.  Sin embargo, el gobierno de Salvador Sánchez (2014-2019) nunca fue más allá de presumir los programas sociales, muchos heredados de la administración anterior de Mauricio Funes (2009-2014), también perseguido penalmente y protegido por el dictador Daniel Ortega en Nicaragua. Estos programas forman parte de incipientes intentos por establecer un sistema de protección social universal y fueron concebidos como medidas contracíclicas para aliviar los estragos de la crisis de 2008, pero no constituyen per se un motor de las transformaciones sociales. Al final, su debilidad y mala implementación no pudieron contrarrestar la aguda situación, lo que hizo más fácil la tarea del caballo troyano. 

Aún cuando las reglas formales e informales del juego político pueden cambiar y los espacios democráticos reducirse, en la disputa socioeconómica el gobierno de Bukele representa una continuidad de las políticas neoliberales, incluso una profundización de un proceso en el cual la vida queda subyugada a las ganancias privadas. Nayib Bukele se suma a la larga lista de empresarios americanos que han llegado a la silla presidencial: Sebastián Piñera en Chile, Mauricio Macri en Argentina, Donald Trump en los Estados Unidos y otros así por el estilo. Como suele ocurrir, el despacho se convierte en una extensión de los negocios de la clase dominante y sobre todo de los grupos o sectores económicos más allegados o que financiaron las campañas electorales. En el caso salvadoreño diversos estudios han mostrado la influencia política del bloque hegemónico empresarial, o élites económicas o clases sociales dominantes, según el lenguaje del observador (7). No hay ninguna señal que muestre un replanteamiento del presidente frente al statu quo para redistribuir la riqueza producida socialmente. Todo lo contrario, todo apunta a un neoliberalismo 3.0 (8), con el agravante de acompañarse de una crisis ecológica y migratoria de grandes proporciones. 

Por su propia pertenencia al mundo del empresariado no resultó extraño que ofreciera intervenciones públicas como la de Heritage Foundation, a favor de la libre empresa y sin una sola palabra referente a trabajadores y salarios (9). Tampoco fue casual la efímera mención a “megaproyectos” en su discurso inaugural y ni una palabra sobre la redistribución de la riqueza (10). Anunció más bien una “medicina amarga” (metáfora consabida en el lenguaje neoliberal que consiste en socializar las pérdidas) y lo demás se diluyó en un costoso espectáculo que no abordó los principales problemas socioeconómicos del país. 

‪En otro componente material de la vida humana, el medio ambiente es para las corporaciones un recurso explotable o un obstáculo susceptible de eliminar en el proceso de acumulación: grupos inmobiliarios, energéticos o agroindustriales depredan el país impunemente. Los sucesivos gobiernos han presumido que en su gestión el país es atractivo para la inversión privada, que demanda mano de obra barata y flexible, así como una regulación laxa del medio ambiente. El gobierno se ha mostrado abierto a la reforma de las horas laborales que se encuentra en consideración por la Asamblea Legislativa, claramente beneficiosa al capital (11). También se ha mostrado partidario de agilizar los permisos ambientales que estaban detenidos y no muestra preocupación por los proyectos que amenazan el medioambiente y que han generado gran preocupación de las organizaciones ecologistas y de especialistas (12).

La crisis del agua y los graves impactos económicos y sociales del cambio climático amenazan la sostenibilidad del país y podrían producir conflictos sociales de gran calado como ya se observan en otros países de la región. La lucha por la tierra ha escalado peligrosamente y decenas de ecologistas han sido reprimidos y asesinados en América Latina. El programa “Sembrando vida” acordado entre los gobiernos de México y El Salvador (13) no parece suponer una alternativa de fondo a la crisis sino un paliativo que apenas tiñe de tintes sociales y ambientales un problema público que ha sido definido predominantemente por los tomadores de decisiones como un asunto de seguridad nacional. 

El panorama en toda la región es desolador. El gobierno de los Estados Unidos ha securitizado la migración y el refugio, militarizando las fronteras con la colaboración de gobiernos dóciles como el de Bukele, que incluso anunció la creación de una “patrulla fronteriza” contra el “tráfico de personas”, aunque es claramente un dictado de EUA para contener los flujos migratorios. Busca así, tapar una de las válvulas de escape de la crisis sin ofrecer soluciones viables para todas esas personas. La canciller fue muy explícita al decir que no había que morder “la mano que nos da de comer” una trágica metáfora con tintes autoritarios y neocoloniales. Desde su triunfo electoral,  las primeras reuniones públicas de Bukele fueron con funcionarios estadounidenses, principalmente de seguridad, una antesala de su subordinación acrítica a las políticas de Donald Trump. La crisis se manifiesta de varias formas: campos de detención en condiciones tan miserables que han sido catalogados por voces críticas como “campos de concentración”, separación de familias, muerte de migrantes, desaparecidos, violaciones a los derechos humanos por parte de las autoridades migratorias, ataque de grupos del crimen organizado, deportaciones masivas. Diversas voces se alzaban en Estados Unidos a favor de las víctimas de las políticas xenófobas al tiempo que Bukele anunciaba ser el presidente más “cool” del mundo: política del espectáculo, circo sin pan. 

Quedan muchos temas fuera de la agenda presidencial. Algunos de ellos son fundamentales. La economía del cuidado, que tiene un importante peso en el PIB y que afecta particularmente a las mujeres no aparece en los discursos. Los feminicidios y otras formas de violencia contra las mujeres tampoco parecen ser las prioridades e incluso el presidente se atrevió a referirse a un feminicidio como “crimen pasional”. Tampoco queda claro el grado de continuidad del proyecto “Ciudad Mujer” y la política de género. 

Tampoco hay claridad en el tema de pensiones en un país donde la cobertura llega a menos de la cuarta parte de la población, y en condiciones muy precarias. No hay a la vista una intervención pública sustantiva para reformar y mejorar el sistema educativo. No parece ser importante para el gobierno el alto privilegio que significa tener una vivienda propia en un país donde el derecho al hábitat se subordina a los intereses de banqueros y empresas inmobiliarias. No parece ser relevante para este gobierno y el proyecto político que representa garantizar el derecho humano al agua. 

A pesar de la falta de transparencia gubernamental es necesario darle seguimiento a los principales indicadores y poner atención a un posible deterioro de la situación social, no por un pesimismo surgido de las emociones, sino porque no es posible obtener buenos resultados e impactos con fórmulas y recetas cuyo fracaso ha sido probado una y otra vez. Tras estos cien días, ya se vislumbra un panorama con más sombras que luces. Reinterpretando el hashtag gubernamental de los 100 días puede decirse con más preocupación que alegría: “y esto apenas empieza”. 

Para enfrentar problemas sociales estructurales de enorme complejidad, El Salvador requiere salir del espejismo y comprometerse con una transformación sustantiva que vaya a la raíz de la explotación humana y ambiental, las violencias y las expulsiones. Eso pasa por una crítica radical a los poderes establecidos y la construcción de nuevos sujetos políticos de carácter colectivo que se organicen en relaciones sociales más igualitarias, solidarias y justas. 

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Notas al pie de página. 

1 Politólogo salvadoreño. Profesor del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

2 La Prensa Gráfica “Nayib Bukele, candidato a alcalde del FMLN por San Salvador. Edición del 19 de agosto de 2014. En https://www.laprensagrafica.com/elsalvador/Nayib-Bukele-candidato-a-alcalde-del-FMLN-por-San-Salvador-20140819-0055.html. recuperado el 8 de septiembre de 2019.

3 César Cansino et al (eds.) (2016) Del Homo Videns al Homo Twitter: democracia y redes sociales. Puebla: Benemérita Universidad de Puebla.

4 Conversatorio de la fórmula presidencial de GANA-Nuevas Ideas. Transmisión en vivo por facebook live. Disponible en https://www.facebook.com/UCA.ElSalvador/videos/transmisi%C3%B3n-en-vivo/529612197451243/

5 Schmitt, Carl (1998). El concepto de lo político. Madrid: Alianza Editorial.

6 Buzan, Barry, Wæver, Ole y de Wilde, Jaap (1998). Security. A new framework for analysis. Lynne Rienner Publishers, Boulder.
Balzacq, Thierry (2011). Securitization theory: how security problems emerge and dissolve. Nueva York, Routledge.

7 Valdez, Fernando (2015). El Gobierno de las elites globales: cómo se organiza el consentimiento, la experiencia del triángulo del norte. Ciudad de Guatemala: Universidad Rafael Landívar: Editorial Cara Parens, Albiac, María Dolores. “Los ricos más ricos de El Salvador”. Estudios Centroamericanos 612 octubre 1999; Paniagua, Carlos. “El bloque empresarial hegemónico salvadoreño”, Revista de Estudios Centroamericanos, No. 645-646, Julio-agosto 2002, pp.609-693; Schneider, Aaron (2014). Construcción del Estado y regímenes fiscales en Centroamérica, Ciudad de Guatemala F&G Editores; Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (2015). Política fiscal: expresión de poder de las élites centroamericanas. Ciudad de Guatemala: F&G Editores. Waxenecker, Harald (2017). Élites políticas y económicas en El Salvador: ¿Captura de Estado? Heinrich Böll Stiftung El Salvador, Centroamérica; Francisco Robles Rivera. Élites en El Salvador: Cambios y continuidades (2000-2016). Anuario de Estudios Centroamericanos Vol. 43, 2017.

8 Julia Evelyn Martínez. “Alerta ante el neoliberalismo 3.0”. Diario Digital Contrapunto. Opinión. 29 de junio e 2019. En http://contrapunto.com.sv/economia/analisiseconomico/alerta-ante-el-neoliberalismo-30/10480?fbclid=IwAR1EQruZu1DFMcDNiw9DcYU506Ph1YU1AumIL9hIUW-miQTSgtlr0amTilQ Consultado el 8 de septiembre de 2019.

9 Heritage Foundation. A new era en El Salvador. 13 de marzo de 2019. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=PWqVqevVZ28 Consultado el 8 de septiembre de 2019.

10 Nayib Bukele [perfil de facebook]. Transmisión de mando presidencial, 2019. Disponible en https://www.facebook.com/nayibbukele/videos/traspaso-de-mando-presidencial-2019/1231583997019279/ Consultado el 8 de septiembre de 2019.

11 La Prensa Gráfica. Asamblea busca modificar reforma a las ley de horas laborales. Edición del 14 de junio de 2019. En https://www.laprensagrafica.com/elsalvador/Asamblea--busca-modificar--ley-de---jornadas-laborales-20190714-0015.html Consultado el 8 de septiembre de 2019.

12 Arpas. “Exigen a Gobierno trabajar a favor de la sustentabilidad ambiental”. Emisión del 12 de junio de 2019. En https://arpas.org.sv/2019/06/exigen-a-gobierno-trabajar-a-favor-de-la-sustentabilidad-ambiental/ Consultado el 8 de septiembre de 2019. Violeta Martínez. Malas ideas para el medio ambiente. Opinión UCA El Salvador.En https://noticias.uca.edu.sv/articulos/malas-ideas-para-el-medioambiente Recuperado el 8 de sptiembre de 2019.

13 Ministerio de Relaciones Exteriores. “El Salvador y México lanzan el Programa Sembrando Vida, un pilar para generar 20 mil empleos y crear alternativas a la migración”. En https://rree.gob.sv/el-salvador-y-mexico-lanzan-el-programa-sembrando-vida-un-pilar-para-generar-20-mil-empleos-y-crear-alternativas-a-la-migracion/ Consultado el 9 de noviembre de 2019.